Desde hace unos días estamos viviendo la emoción de las Olimpíadas, y me comentaba un allegado «oye, siempre he visto una cantidad enorme de personas famosas, actrices, cantantes, políticas, etc que salen en los medios que tienen o han tenido cáncer de mama, pero realmente he visto muy pocas atletas, ¿por qué será esto?».
Debemos comenzar diciendo que las atletas también pueden tener esta enfermedad, de hecho el 11 de agosto pero de 2012, Novlene Williams Mills, un atleta jamaiquina gana en el relevo 4×400 la medalla de bronce y tres días después le estaban sometiendo a una mastectomía bilateral por un cáncer de mama diagnosticado poco antes del inicio de los juegos.
Sin embargo, a la verdad decir, la cantidad de deportistas con este diagnóstico es evidentemente mucho más bajo que en los diferentes ámbitos que mencionamos en el primer párrafo, pero…. ¿hay alguna razón? bien es sabido que el ejercicio físico disminuye el riesgo para tener, y en las próximas líneas repasaremos algo de evidencia.
Como habíamos comentado en una publicación anterior, desde el año 1985 se conoce que las mujeres que practican ejercicios aeróbicos tienen menor riesgo de sufrir cáncer de mama (entre otros). Esto ocurre a través de diferentes mecanismos los cuales no todos están bien dilucidados pero vamos cada vez conociéndolos un poco más y progresivamente y los iremos comentando a lo largo del artículo; uno de los mecanismos explica que aumentamos el consumo de azúcar de forma que tenemos menores niveles de glicemia, a la vez que limitamos entonces los valores de insulina que funciona como un factor de crecimiento.
En 1997 en el NEJM se publica un trabajo de investigación original muy esclarecedor evaluando el impacto del ejercicio físico específicamente en cáncer de mama, explicando su reducción de riesgo en base a que el ejercicio vigoroso puede interrumpir los pulsos de ciertas hormonas de manera que disminuye la exposición a estrógenos y progesterona e inhibiendo carcinogénesis.
Como la ciencia avanza hace menos de 1 año en la revista JAMA Oncology evalúan cuánto sería la actividad física en minutos a la semana suficientes para disminuir el índice de masa corporal (IMC) y la circunferencia abdominal como formas de medir la cantidad de tejido graso, ya que esta se ha relacionado con un tipo de cáncer de mama muy específico (que expresa receptores hormonales). Esto es debido porque el tejido adiposo (grasa) actúa como un órgano endocrino e inmunológico, siendo fuente de sustancias (citoquinas inflamatorias, estrógenos en postmenopausia) que estimulan el crecimiento y la multiplicación celular.
Ya para concluir las líneas del día de hoy, sabemos entonces de esta forma que practicando ejercicio aeróbico unos 150 a 300 minutos (2 1/2 a 5 horas) a la semana se reduce el riesgo de cáncer de mama, y si la persona presenta sobrepeso el beneficio añadido del ejercicio es mayor; cabe destacar que si la persona presenta sobrepeso u obesidad se deben añadir otras medidas tales como dietéticas o médicas al ejercicio.
No necesitamos convertirnos en atletas de alta competencia, solo en tener el ejercicio como parte de nuestra rutina diaria.